9.6.08

LA SUAVE VERDAD ROSA

Mauricio sabía que no volvería a ver a Alondra jamás. Es decir, Mauricio sabía que deseaba no volver a ver a Alondra jamás. De hecho, seguido se cuestionaba el porqué de haber salido con ella: “Detesto a los artistas casi tanto como a los intelectuales”, repetía constantemente; Alondra se jactaba de pertenecer a los primeros y anhelaba ser parte de los segundos. Tal vez salió con ella porque en realidad no estaba ni cerca de ser cualquiera de las dos cosas. -Es sólo una niñita pendeja.- Concluyó. -Una niñita pendeja con unas nalgas estupendas. - Volvió a concluir y así por fin despejó su duda. Pensaba en ello cuando llegó a su departamento y escuchó Talkin’ ’Bout The Smiling Deathporn Immortality Blues, de los Flaming Lips del otro lado de la puerta. -Debe ser Iván.- Pensó sin darle mucha importancia, mientras introducía la llave esperando ver a su roommate esnifar en la sala. Sin embargo, el de la cerradura no fue el único ojo que fue perpetrado súbitamente, ya que la imagen de Alondra sentada sobre la alfombra penetró hasta lo más profundo de las retinas de Mauricio, como un dardo envenenado con la piel de una de esas exóticas ranas rojas del Amazonas, como una bala oxidada forjada por la Muerte en el Séptimo Círculo del Infierno. A pesar de que sólo transcurre un par de segundos, parecen como dos eras glaciares. Dos eras glaciares que Mauricio pasa frente a frente con Alondra y una extraña rigidez que le carcome las entrañas; y que no logra romper sino hasta hacerlo también con el incómodo silencio.

-Hola, ¿cómo estás?

-Bien, gracias a dios, ¿y tú?

-De la chingada, gracias a dios… ¿Dónde está ese hijo de puta?

-Salió, fue por más coca.

-Qué bueno, vengo sediento.

-No de esa coca (pendejo).

-¿Qué?

-Nada, ¿me prendes mi cigarro? Iván se llevó el encendedor ¿sabes?

-Hay cerillos en la cocina.

-Gracias a dios, por lo menos tienen cerillos. Nunca hay nada en esta… casa.

-¿Puedes dejar de repetir eso?

-Es la verdad, nunca tienen nada ¿sabes?

-Me refiero a darle las gracias a dios (pendeja).

-¿Te molesta?

-Me molestas tú. Además, ¿cómo alguien que disfruta que le metan un dedo lleno de cocaína en el ano puede mencionar a dios?

-Eso no tiene nada que ver, yo creo en dios ¿sabes?

-Pues yo creo en Ganesha. Y no por eso me paso dándole las gracias cada que despierto con la verga tiesa… Pero ese no es el punto, ¿qué estás haciendo aquí?

-O sea, Iván también es mi amigo, ¿sí te acuerdas, no wey?

Mauricio no contesta, en cambio va a la cocina a encender un cigarro. Cuando regresa a la sala se encuentra con Alondra bailoteando frente al muro de espejos del departamento que algunos describen como “old fashion”. Alondra estudia danza contemporánea y por eso cree tener derecho a comportarse como una mamona pretenciosa, con el pretexto de según ella, hacer lo que todos los artistas hacen. Por ejemplo, ahora ensaya una coreografía donde se supone que debe adoptar la personalidad de un animal y eligió ser una pantera; una pantera que a Mauricio le parece más bien un tlaconete retorciéndose en un puñado de sal.

-Danza contemporánea, qué termino más mamón para definir esos movimientos absurdos. Seguro no desperdicia una oportunidad para decir “Ay, yo estudio nalga contemporánea, ¿sabes?”

Piensa Mauricio dejando escapar una sonrisa, una bocanada de humo y un poco de vodka en el interior de un vaso sucio; todo al mismo tiempo.

-¿Sabes que metafísicamente los espejos son portales?

Dice Alondra a través del espejo y sin interrumpir su, a los ojos de Mauricio, cuestionable demostración de talento. Mauricio sorbe el vodka como un auténtico cosaco y mira a Alondra con la firme intención de matarla y tal vez abandonar su cadáver a la orilla de alguna carretera, pero sólo atina a responder con enfado.

-No, ¿portales de qué mierda?

-A otras dimensiones, o sea, cuando un espejo se carga de energía, llega un momento en el que comienza a vibrar a una frecuencia diferente a la nuestra y se convierte en un pasaje por el que pueden atravesar todo tipo de entidades, son pasajes a otros planos ¿sabes? O sea, aparte de que si tú proyectas energía y esa energía es negativa, se refleja más energía negativa, por eso son súper peligrosos, ¿sabes?

-Mierda Alondra, hice una simple pregunta, ¿por qué no recibo a cambio una respuesta simple?

Cuestiona en su mente Mauricio. A estas alturas no se atrevería a iniciar una discusión, mucho menos con un animal tan peligroso como lo es la pantera. Así que prefiere limitarse sólo a escuchar esa voz grave y arrastrada que solía encantarle, antes de volverse tan irritante.

-Y eso no es todo, filosófica y psicológicamente los espejos tienen mucho que ver con reflejar lo más intrínseco de tu personalidad, el súper yo ¿sabes? Por ejemplo, en la escuela nos enseñaron cómo hacerlo brotar del inconsciente frente a un espejo, por eso ahora no es Alondra la que te está hablando, soy la pantera que habita en su interior, el animal que la rige. Es algo muy místico que tú jamás entenderías. Deberías intentarlo, ponerte en contacto con tu animal interior, ¿sabes? Puede que descubras cosas de ti que jamás imaginaste que existen, o sea, súper cabrón...

-¿Qué? ¿De qué mierdas está hablando esta pendeja? ¿Qué es esa estupidez del animal interior? ¿Se refiere a la puta solitaria que me despierta por las mañanas?- Dice para sí Mauricio mientras considera muy seriamente hablar con los padres de Alondra. -Deberían de darme a mí el dinero que pagan de colegiatura, podría ser un excelente maestro, yo también soy muy bueno para decir pendejadas.

-Además,- continúa Alondra. -creo que estos espejos reflejan mucho más de lo que parece, ¿sabes? Porque reflejan tu narcisismo y tu egocentrismo. O sea, sí has leído a La Fountaine, ¿no? Dice que las personas más inseguras son las que aparentan ser todo lo contrario y por lo tanto necesitan estímulos emocionales, alimentar su ego, ¿sabes? Como tú.

-Mta... Y también los espejos pueden hacerte mucho daño si por accidente los rompes, podrías cortarte y perder un dedo por ejemplo, ¿no? Además claro, de los siete años de mala suerte.

-Osh...

-Alondra, deja de presumir tus años de conocimiento ancestral trespesero; si quieres dar una cátedra de mamadas hazlo con los pendejitos de tu escuela, ¿si? Si vas a intentarlo conmigo será mejor que sea literalmente: con una polla en la boca.

-Ay, pues esos “pendejitos” son artistas, y te aseguro que hasta los más jóvenes son mucho más maduros y centrados que un cabrón superficial, vulgar, fracasado y misógino como tú, ¿sabes? Por ejemplo, ¿qué sabes hacer además de diseñar? Porque eso es lo que haces, ¿no? Diseños. Se me hace una total falta de respeto que le llamen “arte” a lo que tú haces. O sea, eres diseñador gráfico, no artista. No entiendo qué tiene qué ver un anuncio de cereal con un cuadro de Kandinsky.

Mauricio ya se sabe de memoria esas palabras, las ha escuchado hasta el cansancio desde que terminó la carrera, así que prefiere no contestar, mejor se sirve más vodka y lo combina con un par de ácidos que sacó de una caja de Altoids. Tal vez en otro estado es posible encontrar un poco de sentido en las palabras de Alondra, en su molesto “¿sabes?”; y en ese empeño por defender la etiqueta de exclusividad del “arte”.

La lisergia comienza al mismo tiempo que The Magician Vs. The Headache; Mauricio ve cómo la música rebota en el cuerpo de Alondra, que aún danza como una poseída mientras cientos de contornos de todos colores se expanden y se disuelven alrededor de su cuerpo. Mauricio ríe, sobre todo cuando una cola comienza a brotar del trasero de Alondra, una cola peluda y rosa; seguida de unos bigotes de pantera que de pronto aparecen en su cara... -¡Mierda, es verdad! ¡Lo de la puta pantera es verdad!- Exclama Mauricio sin poder dar crédito a lo que está pasando; Alondra está convirtiéndose en una pantera frente a sus ojos, una pantera rosa con la música en la sangre. Mauricio frota sus párpados esperando que todo se trate del efecto provocado por la mezcla del Stolichnaya con ácido, pero ella sigue ahí, bailando totalmente convertida en una pantera rosa. En ese momento los espejos comienzan a vibrar a una velocidad desorbitada y de ellos surgen flotando millones de asteriscos de colores, como un ejército de mariposas que en segundos envuelve por completo a Alondra, quien trata desesperadamente de liberarse. Se retuerce, gruñe, lanza zarpazos y mordiscos, pero todo es inútil. Los asteriscos la levantan y la llevan al otro lado del espejo sin que Mauricio pueda hacer nada para impedirlo, sin que Mauricio pueda hacer otra cosa más que encender un cigarro.

-Después de todo sólo era una niñita pendeja.- Sentencia Mauricio. -Una niñita pendeja con unas nalgas estupendas...

Moho24
Publicado en el número 24 de la Revista Moho.

CREO QUE HAY DEMASIADO POLVO EN MI CASA

El primer sábado de enero fue mi cumple número 26. No sé por qué, pero desperté y me sentí vacía, "ABSOLUT EMPTY" diría un anuncio con mi foto en forma de una botella. Me levanté y como una autómata me dirigí al lugar donde guardo las bebidas. El vodka seguía fresco en mi cabeza, así que tomé la botella de Stoli y me preparé un tonic. -¿Qué me pasa? ¿Será una crisis de la edad?- Me pregunté mientras sorbía el primer trago. Después de media botella decidí que ya era momento de revivir viejas glorias. Hace años en un cine de Amsterdam tuve un affaire con un musculoso holandés, así que creí que tal vez podría repetir mi travesura con un poco de carne de bronce. Me maquillé mejor de lo que pude imaginar, asegurándome de tener las cejas perfectas, de usar el delineador que acentúa mi felina mirada y de subir a todo el volumen de mis labios con un lipstick que le robé a una zorra en parís. Me puse una mini Gucci que compré en Milán, con una blusa y unas zapatillas vintage que compré en la Lagunilla y así, me dirigí a un lugar del que sólo había escuchado hablar: el Cinema Coronado.

Llegué fácilmente pero demasiado tarde para el inicio de la función. El lobby se encontraba vacío y por los carteles supe proyectaban una película llamada "Culoncitas Latinas IV"; pocas cosas tienen peor gusto, pero bueno, también era demasiado tarde para arrepentirse. Entré a la sala y tal como mi aventura en Europa, procuré sentarme en las últimas filas. No tardó en acercarse un tipo con un horrendo bigote. Es decir, ¿cómo alguien en pleno 2006 puede seguir usando bigote? En fin, no me dijo nada, sólo bajaba su bragueta mientras caminaba hacia mí y cuando me di cuenta ya estaba sacudiendo su enorme y asquerosa polla justo frente a mi nariz, ¡qué horror! ¿Qué clase de público frecuenta estos cines en México? Observé a la gente y todos tenían aspecto de cargadores o bodegueros, ¿cómo se me pudo ocurrir que tal vez podría conocer a un rubio llamado Hertz y a un trigueño de nombre Paul, que me levantarían con sus poderosos brazos, me mirarían con sus ojos azules y me besarían apasionadamente? Vaya error, tal vez fue el vodka. Afortunadamente reaccioné a tiempo y empujé al tipo que ya comenzaba a poner sus ojos en blanco; cayó en la fila de adelante sobre un par de soldados que se besaban y que no dudaron en golpearlo como unos salvajes por interrumpir su romántico encuentro. Fue entonces cuando aproveché la confusión para salir a toda prisa de ahí; tan rápido, que no me di cuenta en qué momento perdí una de mis amadas zapatillas. Llegué a mi casa lamentando tan estúpida decisión y la única boca que besé esa tarde fue la de la botella de Stoli. Mi mejor amiga me encontró llorando amargamente y después de tratar inútilmente de consolarme argumentando que tendría una gran fiesta en la noche, llegó a la "brillante" conclusión de que yo necesitaba un hombre. Nada más falso que eso amiga, necesito dos.

Por la noche ya había olvidado el penoso incidente del cine. Me tranquilizó pensar en todo lo que me faltaba por vivir, toda la gente que me faltaba por conocer, todas las pasarelas que me faltaban por recorrer, todas las drogas que me faltaban por probar y sobre todo, en lo ridículo que resulta mortificarse cuando se va a tener una gran fiesta dentro de un par de horas. Eso y un par de tafiles con vodka.

En fin, de pronto me sentí como una mujer completamente nueva, “ABSOLUT REFRESH” diría un anuncio con mi foto en forma de una botella. El timbre comenzó a sonar y los primeros invitados hicieron su aparición. -Toma, con la cara que traes seguro te hará falta.- Dijo una amiga entregándome un pequeño sobre con diseños de Jordi Labanda. -Gracias.- Respondí al descubrir que contenía una cantidad considerable de cocaína. Por dios, qué conveniente. Al parecer mis amigos asumieron que cualquier regalo resultaría una insignificancia para mí y tenían razón, por eso cada uno me regaló algo por el estilo y al final todos terminamos alrededor de una libra de charly, cientos de pastillas variadas y hasta algunos gramos de heroína pero rayos, nada de foxy.

Me di cuenta de que era una gran fiesta y decidí compartir mis regalos, después de todo nunca he sido una persona egoísta. Me encontraba absorta en mi felicidad cuando de pronto alguien puso a Leonard Cohen. Puta madre, ¿quién osaba arruinar así mi cumpleaños? En fin, no podía separarme de la mesa con semejante cantidad de ese adorable… “oro blanco” ahí encima. Supongo que nadie podía. Así que escuchamos el Songs of Love and Hate casi por completo, hasta que por fin algún sensato optó por poner a Flans. Snif, snif, snif. Quité a Flans del stéreo, al ver tanta coca junta me dieron ganas de escuchar a Alaska, pero cuando buscaba el disco alguien se adelantó y puso antes a Pizzicato Five. Estuvo bien, sirvió de pretexto para que a una chica se le ocurriera improvisar una suerte de “video teatro kabuki karaoke porno”. Eso y unas cuantas líneas. Primero se quitó toda la ropa, luego se polveó la cara con cocaína hasta que la tuvo completamente blanca y entonces comenzó a cantar en japonés con el disco sirviéndole de pista. Todo, mientras su acompañante grababa la escena con una cámara de video. ¡Qué hermosa se le veía su cara! Tan blanca como las bragas de una colegiala. ¡Dios, no lo resistí! Fui por una línea más. Me metí tres y cuando regresé, alguien le había polveado el culo a la chica kabuki. También se veía lindísimo, no tanto como su cara (su cara lucía perfecta), pero sin duda era irresistible. En fin, lo era tanto que no pasaron más de cinco minutos cuando una docena de hombres y mujeres ya estaban lamiendo y esnifando la cocaína de sus nalgas. Yo hice lo propio sólo con su cara, esa bellísima cara tan blanca como el semen de uno de esos negros de dos metros con una polla de cuatro… Diablos, no puedo esperar para cumplir 27, ¿por qué esos momentos no nos duran toda la vida?

Moho27
Publicado en el número 27 de la Revista Moho.